El espacio (social) no es una cosa entre las cosas, un producto cualquiera entre los productos: más bien envuelve a las cosas producidas y comprende sus relaciones en su coexistencia y simultaneidad; en su orden y/o desorden (relativos). En tanto que resultado de una secuencia y de un conjunto d e operaciones, no puede reducirse a la condición de simple objeto. Ahora bien, nada hay imaginado, irreal o “ideal” comparable a la de un signo, a una representación, a una idea, a un sueño. Efecto de acciones pasadas, el espacio social permite que tengan lugar determinadas acciones, sugiere unas y prohíbe otras. Entre esas acciones, unas remiten al universo de la producción, otras al del consumo (es decir, al disfrute de los productos). El espacio social implica múltiples conocimientos.
[Lefrebvre, 2013]
Habitar sería apropiarse del espacio; apropiarse del espacio consistiría, en consecuencia, en convertir el espacio (vivido) en lugar, adaptarlo, usarlo, transformarlo y verter sobre él la afectividad del usuario, la imaginación habitante; práctica creativa que afirma la ilimitada potencialidad humana al reconocerse en la obra creada, otorgando al espacio sus múltiples dimensiones perdidas: lo transfuncional, lo lúdico y lo simbólico. Por el habitar se accedería al ser, la sociabilidad (el derecho a la ciudad, el derecho a la centralidad-simultaneidad) y el habitante rompería con el monólogo del urbanismo tecnocrático.
[Lefrebvre (prólogo de Emilio Martínez), 2013]
El espacio del placer, que sería el auténtico espacio apropiado, no existe aún. Algunos casos en el pasado dejan hueco a la esperanza; pero el resultado no parece corresponderse con el deseo.
La apropiación no puede confundirse con una práctica muy cercana pero claramente distinta: la desviación. Un espacio existente, que posea su finalidad (su razón de ser, que condiciona sus formas, funciones y estructuras) puede estar vacante y antojarse susceptible de ser desviado. Es decir, reapropiado para un uso diferente al original. Un caso reciente y célebre de reapropiación es el de Les Halles en París. Durante un breve período de tiempo (1969-1971), los Mercados centrales (Les Halles), núcleo urbano destinado al aprovisionamiento, se transformaron en lugar de encuentro y de fiesta, centro lúdico para la juventud parisina.
La desviación y la reapropiación de los espacios tienen un gran sentido y pueden ser muy instructivos para la producción de nuevos espacios.
[Lefebvre, 2013]
En los últimos años, la falta de herramientas del urbanismo y la arquitectura tradicionales a la hora de tratar con situaciones en transición está dando lugar a nueva formas de trabajo. La construcción de estos nuevos métodos se basa, en la mayoría de los casos, en la articulación progresiva a través de la acción, poniendo más atención al valor del proceso y al aprendizaje del trayecto que a los objetivos fijados de antemano por un plan.
Aquellos ejemplos no institucionales que tres décadas atrás dieron las primeras respuestas al tejido industrial obsoleto, se han convertido en un referente para un urbanismo emergente. Aprendiendo de los excesos del modelo expansivo, los nuevos posicionamientos técnicos aspiran a incorporar a la práctica urbanística instrumentos que vinculen el uso, el diseño y la gestión de la ciudad construida.
[Segovia, Marrades, Rausell, Abeledo, 2015]
Empoderamiento a través del apoyo ciudadano y no a través del dinero.
[Extracto de conversación con agentes del sector cultural institucional de Madrid, 2015]
Empoderar al artista tiene un reflejo en la sociedad.
[Extracto de conversación con agentes del sector cultural independiente de Madrid, 2015]
La cultura debería tener un poder fáctico real. Hay que conseguir que la cultura tenga impacto, que tenga liderazgo dentro de su ámbito y que sea un motor de la sociedad.
[Extracto de conversación con agentes del sector cultural institucional de Madrid, 2015]