Son entornos en los que se construyen posicionamientos críticos, se articulan preguntas incómodas, se elaboran prototipos políticos y se reúnen aquellas personas que aún tienen sueños con los que traficar. Son lugares incómodos que ponen en crisis las desigualdades y los discursos hegemónicos imperantes. Iniciativas que ocupan el lugar vacío que las políticas culturales actuales no han sabido o querido diseñar.
[Rowan, 2015]
Estos proyectos importan y cubren un vacío institucional, las comunidades que los habitan lo demuestran con las muestras de apoyo que florecen a doquier en redes sociales, pancartas y muros. Estas iniciativas ocupan espacios que las políticas culturales aún no han sabido ni diseñar ni entender. Son entornos que te obligan a experimentar, a preguntar pero sobre todo te empujan a imaginar. Son valiosos porque son incómodos. Son importantes porque nos ayudan a inventar. Nos gustan porque nos dejan bailar. Son una pieza clave del entramado político-cultural actual, son el sitio al que vamos a experimentar.
[Rowan, 2015]
Un escenario de cambios que afectan tanto al modelo dominante de política cultural como al de la producción creativa y artística. En relación con el primero, desde principios del nuevo siglo, las actividades culturales y creativas se posicionan como eje central de las teorías del desarrollo humano ambientalmente sostenible, gracias a la trascendencia de la creatividad sobre las dinámicas de innovación social y económica. Por otra parte y aunque pueda sonar contradictorio, en cuanto a la producción creativa vivimos un momento –motivado en parte por el retroceso de la acción administrativa en el contexto de crisis y acelerado por la irrupción de las nuevas tecnologías– de pronunciada dualidad entre la iniciativa institucional y las dinámicas espontáneas . Esta separación ha dado pie a un escenario complejo de posiciones intermedias, revisiones de modelos previos e innovación radicales.
[Segovia, Marrades, Rausell, Abeledo, 2015]
El espacio público todavía hoy en gran medida es algo que se reserva y delimita en los planes urbanísticos y que posteriormente se diseña con un criterio fundamental, una herencia histórica, que es el de crear lugares para la coincidencia, para la verificación de las igualdades y no para el descubrimiento de las diferencias del otro. Esta concepción del espacio público presupone la existencia de una comunidad homogénea.
Así, el paseo por la plaza y la plaza misma permanecen como modelo de mecanismo controlador, de homologación social o de auto-exposición. Frente a ello, el rasgo más contemporáneo que otorgará a un lugar carácter de espacio público es sin duda la medida en la que un ciudadano inmerso conscientemente en la cultura urbana puede ejercer en él una individualidad o una libertad que tradicionalmente asociaríamos al entorno de lo privado. Porque sacar a la calle lo que históricamente sólo se ejercía en el dominio de lo privado o de lo doméstico equivale a transformar un entorno de control en una pieza del mapa de lo público en la ciudad. Por lo tanto, la nueva generación de espacios públicos no son las plazas, ni siquiera las calles, sino más bien otros lugares más ambiguos que devienen en públicos a través del uso que la gente hace de ellos.
[Muntadas y Herrero, 2004]
https://youtu.be/vpvROjEQg7k
[Tom Lavin, vía antimuseo.org]
Iniciativas de raíz social (espontáneas en ciertos aspectos y frágiles cuando no cuentan con el respaldo apropiado, aunque de grandes afectos transformadores en la pequeña escala) y ésas otras que provienen de espacios de autoridad (Estado, instituciones y otros agentes de decisión, capaces de aportar músculo y escala, aunque atados a unas estructuras excesivamente rígidas a la hora de asumir lógicas que le son ajenas). Si bien esta separación ha existido siempre, lo relevante es la conveniencia de acercar posturas.
[Segovia, Marrades, Rausell, Abeledo, 2015]