Se da la paradoja de que el aumento de las voces que piden activamente una mayor presencia en los espacios de decisión se debe fundamentalmente a la incapacidad para asumirlas de un gobierno sujeto a unos patrones estancos y cada vez más opacos a la hora de organizar y gestionar sus recursos.
Reaccionando a esta discrepancia, asistimos al surgimiento de espacios autónomos de decisión y acción allá donde no llegan las políticas públicas. Cubriendo los huecos del sistema institucional, los ciudadanos deciden realizar por su cuenta acciones directas sin esperar a que sea el poder público quien las haga.
[Segovia, Marrades, Rausell, Abeledo, 2015]
Iniciativas de raíz social (espontáneas en ciertos aspectos y frágiles cuando no cuentan con el respaldo apropiado, aunque de grandes afectos transformadores en la pequeña escala) y ésas otras que provienen de espacios de autoridad (Estado, instituciones y otros agentes de decisión, capaces de aportar músculo y escala, aunque atados a unas estructuras excesivamente rígidas a la hora de asumir lógicas que le son ajenas). Si bien esta separación ha existido siempre, lo relevante es la conveniencia de acercar posturas.
[Segovia, Marrades, Rausell, Abeledo, 2015]
Todos estos espacios coinciden en señalar las pocas subvenciones que existen a nivel estatal, la desventaja en la que se sigue estando en este terreno con respecto a otros países europeos. Algunos, como los miembros de Cruce, ironizan al respecto matizando que “lo positivo de que te dejen a la intemperie, aunque a veces sientas que te ahogas, es que aprendes a buscarte la vida”.
[De Dios, 2002]
Las política culturales, entendidas como el conjunto de intervenciones simbólicas que inciden en una sociedad determinada, principalmente en las diferentes formas de relacionarse, de significar y de representarse, no son solo aquellas desarrolladas por el Estado. Ya García Canclini había incluido, en su definición de políticas culturales, también a instituciones civiles y grupos comunitarios organizados.
[Molano, 2012]
Nuestro gran reto es el de la supervivencia. De hecho, en el tiempo que llevamos trabajando algunos espacios han desaparecido.
[David Marín, de la Red Transibérica de Espacios Culturales Independientes, citado por Laura Fraile, 2015]
En un contexto como el actual, lleno de políticas erráticas en el ámbito de la cultura, se hace necesario y urgente construir iniciativas alternativas encaminadas a la creación y difusión del arte contemporáneo español. Estructuras frágiles y temporales pero también tremendamente camaleónicas para desarrollarse en salas, talleres, casas particulares o espacios provisionales según las necesidades de cada momento.
[Bestué, 2014]
Estos lugares son iniciativas creadas por artistas y curadores que buscan hacer frente a la falta de programas dedicados a la difusión, la exhibición, la investigación y la enseñanza del arte. Una característica en común: proponen crear comunidad; su ejercicio no se agota en la simple exposición de proyectos.
[León, 2014]
Es importante notar que muchas de las instituciones del Estado no han apostado claramente, ni por la excelencia, ni por la experimentación. Lo que resulta más preocupante es que muchas de ellas han operando sin unos parámetros claros que permitan rendir cuentas a la ciudadanía. La experimentación, por su parte, ocurre a menudo en lugares que operan al margen de lo institucional: hacklabs, makerspaces, centros sociales, locales de colectivos, etc. Todas aquellas prácticas interesadas en investigar, prototipar, articular lo político con lo cultural o, simplemente, experimentar han encontrado pocos espacios institucionales desde los que operar.
[Rowan, 2015]