Hoy, de hecho, la vida cotidiana comienza a exhibirse a sí misma –a comunicarse como tal- a través del diseño o de las redes contemporáneas de comunicación participativas y se vuelve imposible distinguir la representación de lo cotidiano mismo. Lo cotidiano se vuelve una obra de arte; no hay más mera vida o mejor aún mera vida exhibida como artefacto. La actividad artística es ahora algo que el artista comparte con su público en el nivel más común de la experiencia cotidiana. El artista ahora comparte el arte con el público así como comparte con él la religión o la política. Ser artista ha dejado de ser un destino exclusivo, para volverse una práctica cotidiana. [Groys, 2014]
Llevar a los lugares institucionales y a las redes ya establecidas de agentes culturales lo que se mueve en otros espacios, lo que no llega a pasar los filtros de la censura, que no de la calidad, porque eso tiene muy poco que ver con las políticas culturales.
[Extracto de conversación con agentes del sector cultural institucional de Madrid, abril 2015]