Habitar sería apropiarse del espacio; apropiarse del espacio consistiría, en consecuencia, en convertir el espacio (vivido) en lugar, adaptarlo, usarlo, transformarlo y verter sobre él la afectividad del usuario, la imaginación habitante; práctica creativa que afirma la ilimitada potencialidad humana al reconocerse en la obra creada, otorgando al espacio sus múltiples dimensiones perdidas: lo transfuncional, lo lúdico y lo simbólico. Por el habitar se accedería al ser, al al sociabilidad (el derecho a la ciudad, el derecho a la centralidad-simultaneidad) y el habitante rompería con el monólogo del urbanismo tecnocrático.
[Lefrebvre (prólogo de Emilio Martínez), 2013]
El espacio del placer, que sería el auténtico espacio apropiado, no existe aún. Algunos casos en el pasado dejan hueco a la esperanza; pero el resultado no parece corresponderse con el deseo.
La apropiación no puede confundirse con una práctica muy cercana pero claramente distinta: la desviación. Un espacio existente, que posea su finalidad (su razón de ser, que condiciona sus formas, funciones y estructuras) puede estar vacante y antojarse susceptible de ser desviado. Es decir, reapropiado para un uso diferente al original. Un caso reciente y célebre de reapropiación es el de Les Halles en París. Durante un breve período de tiempo (1969-1971), los Mercados centrales (Les Halles), núcleo urbano destinado al aprovisionamiento, se transformaron en lugar de encuentro y de fiesta, centro lúdico para la juventud parisina.
La desviación y la reapropiación de los espacios tienen un gran sentido y pueden ser muy instructivos para la producción de nuevos espacios.
[Lefebvre, 2013]
Cuando hablan de su fuente de financiación no pueden evitar reirse, “nos mantiene el alcohol, en las inauguraciones vendemos las copas y con eso podemos ir tirando. No pretendemos hacernos ricas, aunque sí querríamos poder ayudar más a los artistas.
[Manuela Moscoso de 29enchufes, citada en De Dios, 2002]
Estos proyectos importan y cubren un vacío institucional, las comunidades que los habitan lo demuestran con las muestras de apoyo que florecen a doquier en redes sociales, pancartas y muros. Estas iniciativas ocupan espacios que las políticas culturales aún no han sabido ni diseñar ni entender. Son entornos que te obligan a experimentar, a preguntar pero sobre todo te empujan a imaginar. Son valiosos porque son incómodos. Son importantes porque nos ayudan a inventar. Nos gustan porque nos dejan bailar. Son una pieza clave del entramado político-cultural actual, son el sitio al que vamos a experimentar.
[Rowan, 2015]