El espacio (social) es un producto (social). Cada sociedad produce un espacio, su espacio.
El espacio social contiene y más o menos asigna los lugares apropiados a: (1) las relaciones sociales de reproducción –a saber, las relaciones biofisiológicas entre los sexos, las edades con la específica organización familiar; (2) las relaciones de producción, la división del trabajo y su organización, y por tanto, a las funciones sociales jerarquizadas.
[Lefebvre, 2013]
Las interpretaciones del término espacio público son altamente cambiantes según quién lo utilice, aunque por norma general se insiste en la concepción jurídica que señala al espacio de propiedad común o en la que, desde las cualidades de forma, se refiere a los espacios de libre acceso. Ambas descripciones hunden su raíz en el urbanismo, que bajo sus criterios normativos, delimita, distribuye y define el espacio público por oposición al espacio privado. La interpretación que aquí proponemos desborda esa idea de espacio público definido por el diseño y descrito según términos de propiedad para abarcar los vínculos sociales, culturales y políticos que realmente definen lo público.
[Segovia, Marrades, Rausell, Abeledo, 2015]
El espacio público todavía hoy en gran medida es algo que se reserva y delimita en los planes urbanísticos y que posteriormente se diseña con un criterio fundamental, una herencia histórica, que es el de crear lugares para la coincidencia, para la verificación de las igualdades y no para el descubrimiento de las diferencias del otro. Esta concepción del espacio público presupone la existencia de una comunidad homogénea.
Así, el paseo por la plaza y la plaza misma permanecen como modelo de mecanismo controlador, de homologación social o de auto-exposición. Frente a ello, el rasgo más contemporáneo que otorgará a un lugar carácter de espacio público es sin duda la medida en la que un ciudadano inmerso conscientemente en la cultura urbana puede ejercer en él una individualidad o una libertad que tradicionalmente asociaríamos al entorno de lo privado. Porque sacar a la calle lo que históricamente sólo se ejercía en el dominio de lo privado o de lo doméstico equivale a transformar un entorno de control en una pieza del mapa de lo público en la ciudad. Por lo tanto, la nueva generación de espacios públicos no son las plazas, ni siquiera las calles, sino más bien otros lugares más ambiguos que devienen en públicos a través del uso que la gente hace de ellos.
[Muntadas y Herrero, 2004]
Como hace poco, las prácticas significantes que conciernen a las realizaciones de la lengua, se tomaron según los sistemas lingüísticos, hoy las prácticas espacializantes acaparan la atención tras haberse examinado los códigos y las taxonomías del orden espacial. Nuestra investigación pertenece a este “segundo” momento de análisis, que pasa de las estructuras a las acciones. Pero dentro de este conjunto tan vasto, solo consideraré las acciones narrativas. Permitirán precisar algunas formas elementales de las prácticas organizadoras de espacio: la bipolaridad “mapa” y “recorrido”, los procedimientos de delimitación o de “deslinde” y las “focalizaciones enunciativas” (es decir, el signo del cuerpo del discurso).
[De Certau, 1996]
Para mí es como la perspectiva artística frente al espacio urbano.
[Extracto de conversación del sector cultural independiente de Madrid, abril 2015]